En 1954, un estudio realizado por la Universidad de Wichita demostró que reírse era la mejor manera para perder peso. El Dr. Lorraine y su equipo de investigación, determinó que un minuto en un estado de "ataque de risa" provocaba el mismo gasto calórico que quince minutos de remo o media hora caminando. Esto es debido al intenso trabajo que realizan múltiples músculos involucrados en el proceso de la risa, en concreto 430 músculos, así como la liberación de neurotransmirores como las endorfinas y la dopamina que estimulan la eliminación de la grasa.
Seguramente mucha gente podría decir: "Yo me río mucho pero sigo teniendo michelines". Y es verdad, pero todo esto es por culpa de las grandes industrias otra vez. En nuestra día a día muchas veces tenemos ataques de risa, pero curiosamente estos casi siempre se producen en entornos de alta ingesta de calorías. Ir al cine a ver una comedía podría ser un gran ejercicio de adelgazamiento, pero las palomitas y las bebidas que nos venden a la entrada evitan que esto ocurra. Reuniones de amigos, cenas familiares, etc... siempre están acompañadas de cervezas, gran cantidad de comida, patatas fritas, postres riquísimos y un largo etcétera.
¿Nos reímos en reuniones de empresa donde solo hay unos vasos con agua? No. ¿Nos reímos en el ascensor cuando subimos con desconocidos? No. ¿Nos reímos durante el discurso del Rey de nochebuena? Polvorones, peladillas, turrones varios.
Nada más que decir.